viernes, 23 de enero de 2009
EL DIRECTOR
El Director del Vallejo: el poeta Miguel Antonio Jiménez, junto al Poeta Valentin Amaro, uno de los destacados miembros del Vallejo
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MIGUEL ANTONIO JIMENEZ
Miguel Antonio Jiménez, poeta, conferencista y ensayista. Nació en Hato Mayor, República Dominicana en el 1955. Es Licenciado en Educación mención Filosofía y Letras, con una maestría en Literatura. Ejerce como profesor de Lengua y Literatura y es en la actualidad director del Taller Literario César Vallejo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Pertenece en su país a la denominada Generación de los Ochenta.Textos suyos figuran en varias antologías entre las que se destacan La Enciclopedia Dominicana (1994) y El Diccionario Enciclopédico Dominicano (1988). Ha publicado los siguientes libros: Temblor de pasos (1995), Amante del amor (1999), Al filo del agua (2000), y el libro de ensayos sobre Literatura Francesa titulado El laberinto terrestre (2003), entre otras muchas obras desbordantes de genio y creatividad.
DESOLACIÓN
Abatida hasta el polvo está mi alma
Salmos 119....25
Y agotado y rendido y casi muerto
abandonado en la sal de mi ser
tomo esta letra viva
tomo este verso así como el hielo de vidrio
que simula la sangre
cortando como el frío semejanzas del odio
como una queja lenta que hace metal la forma
y roto y tendido y abollado
en las rancias colinas del insomnio
como una sombra colgado de la noche
repito la plegaria que me conversa Dios
por la silueta fértil que hace piedad la llama
por la máquina misma que se queda en los sueños
y trabaja en detalles la posible quimera
en la agónica página que tala voluntades
como un gotero eterno que suspende su canto
para oír el delirio de un poeta que late
en esta orilla sorda donde rueda mi grito
en un oscuro tiempo en una llaga oída
que la nada escudriña en esta noche muerta
que se clava en mi ánimo como una repetida soledad de universo
cuando tú te derrumbas en el resto del tiempo.
Miguel Antonio Jiménez
DESOLACIÓN
Abatida hasta el polvo está mi alma
Salmos 119....25
Y agotado y rendido y casi muerto
abandonado en la sal de mi ser
tomo esta letra viva
tomo este verso así como el hielo de vidrio
que simula la sangre
cortando como el frío semejanzas del odio
como una queja lenta que hace metal la forma
y roto y tendido y abollado
en las rancias colinas del insomnio
como una sombra colgado de la noche
repito la plegaria que me conversa Dios
por la silueta fértil que hace piedad la llama
por la máquina misma que se queda en los sueños
y trabaja en detalles la posible quimera
en la agónica página que tala voluntades
como un gotero eterno que suspende su canto
para oír el delirio de un poeta que late
en esta orilla sorda donde rueda mi grito
en un oscuro tiempo en una llaga oída
que la nada escudriña en esta noche muerta
que se clava en mi ánimo como una repetida soledad de universo
cuando tú te derrumbas en el resto del tiempo.
Miguel Antonio Jiménez
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CESAR VALLEJO
El Poeta César Vallejo, cuyo nombre engalana este taller literario
LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma de alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
César Vallejo, 1918
LOS HERALDOS NEGROS
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé! Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos, la resaca de todo lo sufrido se empozara en el alma... ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son... Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte. Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas; o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma de alguna fe adorable que el Destino blasfema. Esos golpes sangrientos son las crepitaciones de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.
Y el hombre... Pobre... ¡pobre! Vuelve los ojos, como cuando por sobre el hombro nos llama una palmada; vuelve los ojos locos, y todo lo vivido se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes... ¡Yo no sé!
César Vallejo, 1918
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